UNIVERSIDAD, UNIVERSO DE TODOS LOS SABERES
Manuel Zevallos Vera
Como heredera de todo el legado
cultural, científico y artístico del mundo antiguo de oriente y occidente y por
acción dinámica del movimiento de las juventudes europeas y de la
intelectualidad occidental, nace la universidad, como la más trascendental institución
de la historia que no tiene parangón con ninguna de las instituciones nacidas
antes o después de su creación. La universidad europea va a cumplir 1000 años
en el 2088, contados a partir de 1088 en que se creó la Universidad de Bolonia,
en Italia, bajo los auspicios y gobierno de la Iglesia Católica, con carácter
dogmático y académicamente teológico.
Le siguen en antigüedad las universidades
de Paris, Salamanca, bajo el mismo signo y el dominio doctrinario de la
autoridad intelectual de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino y de todos los
filósofos cristianos. Con el avance de la difusión del pensamiento con el
invento de la imprenta, las fuentes del pensamiento greco-latino se difunden
por el continente europeo, para luego abrirse el abanico con la fundación de
universidades con regímenes liberales.
La primera de este tipo fue la
Universidad de Lóndres, pero la que tuvo gran influencia fue la Universidad de
Berlín, en Alemania que, rompiendo la tradición teológica que sostenía que la
verdad total estaba dicha y contenida en la Biblia y libros sagrados, sostuvo
que la verdad hay que buscarla, descubrirla e investigarla científicamente
porque la “verdad no se inventa, se descubre”.
Pasado el Medioevo ingresamos a
la Edad Moderna con la revolución industrial, el dominio del capitalismo y la
burguesía y su enfrentamiento ideológico y bélico con los regímenes
socialistas, hasta la caída del Imperio Soviético en plena época de los avances
de la tecnología, el sistema de la globalización y la democratización de toda
la estructura política de la sociedad contemporánea, las universidades, tanto
en los países desarrollados como en los en proceso de desarrollo, impulsados
por este ambiente de cambios totales, tienen que evolucionar y ponerse a tono y
ritmo con los cambios tecnológicos, científicos, sociales y metodológicos en
sus sistemas de aprendizaje y enseñanza para la formación óptima de sus
profesionales, técnicos e investigadores.
La universidad, como todas las
instituciones creadas por el hombre, para atender sus necesidades materiales,
individuales, sociales y espirituales, no puede quedarse paralizada,
estacionaria y postergada, porque esto significaría un suicidio de su propia
esencia y ser existencial.
La universidad es el sumun
asociado de todos los sabores pasados, presentes y futuros que, a diferencia de
todas las escuelas y escenarios intelectuales y doctrinarios que hemos pasado
en el mundo que fueron individualistas, regentados por una línea intelectual
del pensamiento de su fundador, dogmáticas y cerradas, es pluralista, abarca
todos los saberes, filosofías y doctrinas y no tiene un patrón ideológico que
imprima su pensamiento y personalidad. La libertad responsable y el libre
pensamiento son sus esencias.
La institución universitaria a
partir del dogmatismo de sus inicios medioevales se ha transformado en una
entidad libérrima con una filosofía humanista que investiga en el mundo
terrenal el descubrimiento de la verdad; ni la filosofía griega la iguala,
cuyos pensadores buscaban la verdad fuera del mundo, en el Topus-Uranos en cuyo
mundo, según ellos habitaban las almas, los arquetipos, las ideas perfectas.
Igual sucede en la cultura oriental cuyo pensamiento es el absoluto, el origen
de todo lo existente y, en el caso de las culturas cristianas y de todas las
religiones la verdad reposa en el Poder Supremo de Dios; pero a partir de la
existencia liberal de la universidad de Berlín, en Alemania, la verdad hay que
buscarla, investigarla y descubrirla científicamente en nuestro propio
universo, en nuestra realidad, como lo representa Anteo en la mitología griega
que, cuando perdía contacto con su madre Tierra, se debilitaba y moría, al
contrario del otro personaje mitológico como fue Prometeo que daba rienda
suelta al vuelo de su imaginación para volar y robar a los dioses la verdad,
por cuya soberbia fue castigado por el Dios Zeus.
La universidad contemporánea ha
superado tal dualidad y ha conjuncionado en un solo ser su voluntad a
investigar y buscar la verdad en el mundo, en la tierra, sin dejar de volar
para sorprender las verdades metafísicas, es decir que su esencia está
constituida por las ciencias y la filosofía como universo de todos los saberes.
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