La educación que está dejando de
funcionar
Algunos de los trabajos que se
requerirán en el 2018 hoy no existen y las nuevas habilidades y conocimientos
que se requieren para ellos no se enseñan hoy en colegios ni universidades.
Hace 5 años casi nadie hablaba de
gestionar comunidades online y extraer información y negocios relevantes a
partir de ellas. Hoy es un perfil que muchas empresas necesitan (y no estamos
hablando del tan manido "commmunity manager" que se dedica a publicar
"posts" en Facebook o Twitter con mayor o menor fortuna).
Hace 5 años no se identificaba la
falta de analistas de datos con suficiente sensibilidad para los negocios y la
capacidad de extraer información relevante y orientada a la acción. Según el
McKinsey Global Institute sólo en los EEUU hay una déficit de 1.5 millones de
especialistas con estos perfiles para la
gestión de Big Data y nadie los está preparando.
Para algunos esto puede sonar extraño ¿Qué tiene que ver esto con
todos los ingenieros de minas que estamos formando en las universidades? ¿Qué
tiene que ver con los administradores, abogados y economistas que llenan las
facultades? ¿Qué pasa con los que estudian una carrera técnica rápida y muy
especializada para salir a producir lo más rápido posible?
El problema de saber excavar una mina, conocer las leyes o poder cuadrar un balance
es que no necesariamente permite comprender la realidad a nivel profundo y
encontrar soluciones mutuamente satisfactorias y que generen más beneficios.
Ser un técnico no siempre ayuda a tomar decisiones complejas más allá de
nuestras habilidades. Y el mundo es un sitio muy complejo.
Cuando todo el saber humano se
puede organizar en un unos pocos discos duros, los conocimiento técnicos
cambian cada poco tiempo y empiezan a ser gestionados por software y la
información no es un bien escaso sino que se ha vuelto excesivo, cabe
preguntarse ¿Cuál es el papel que tiene la educación? ¿Cómo educar y sobre qué
educar?
La sociedad de la información,
con su capacidad de producir y distribuir información y datos a gran
velocidad, ha roto irremediablemente un
sistema educativo que hacía ese mismo
trabajo sobre una base memorística, un
proceso de repetición y la transmisión de arriba hacia abajo. El
problema es que lo hacía sobre un volumen de información limitado que hoy ya no existe.
Las soluciones que ha propuesto
el sistema educativo ante las nuevas tecnologías no han atacado el problema. No
se trata de enseñar a usar una computadora o una tableta. Tampoco de aplicar el
mismo método educativo y el mismo contenido
usando estas nuevas herramientas. El sistema educativo no sólo tiene que
enseñar las nuevas tecnologías sino que tiene que cambiar completamente para
preparar a sus estudiantes a un entorno que está siendo modificado
constantemente por esas mismas tecnologías.
Una opción muy válida es volver a
la raíz de la educación: enfocarnos menos en la memoria y más en aprender a
pensar; en saber cómo elegir información y cómo acometerla para generar
conocimiento y una visión crítica de lo que nos rodea. La escuela y la universidad deben acometer
esta tarea y exigirse así mismas. Esto pasa por reconocer que el acceso a las
nuevas tecnologías las han superado y sus alumnos ya se han dado cuenta.
En el mundo de hoy, el proceso
educativo tiene que abarcar toda nuestra vida y para ello debemos tener
herramientas que nos permitan estar en una actitud de aprender constantemente.
No se trata de saber muchas cosas sino tener la capacidad para aprenderlas en
el momento en que nos sea necesario
hacerlo; y, sobre todo, tener la capacidad de desaprender constantemente y ser
crítico con lo que se sabía porque puede ser que en el mediano plazo ya no sea
útil, necesario o relevante.
No debe sorprendernos que esto
sea lo que el mundo laboral empieza a requerir. El título académico sigue
siendo importante porque da una idea de un nivel de recursos y de habilidades,
pero lo que se pide es una persona que esté en condiciones de aprender, de
trabajar en equipo, capaz de cambiar de idiomas y de cultura, etc. La empresa ya
se encargará de enseñarle lo específico que requiere el trabajo porque quizás
nadie se lo haya enseñado.
Esto es acuciante en países donde
el fracaso escolar abunda y donde sólo un porcentaje sobrepasa las pruebas
mínimas de lectura y escritura. Pero esto es otro problema y requiere otras
soluciones. Sin embargo, si aquellos que
superan este injusto corte y llegan al escalafón máximo del sistema educativo
se convierten en individuos sin capacidad de adaptación e iniciativa para
generar nuevo conocimiento y mayor valor, pues es poco lo que podemos esperar.
Si es así, las nuevas tecnologías se habrán convertido en una maldición en
lugar de una oportunidad.
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