by Carlos Buj
Algunos turistas pretenden llegar a un lugar “auténtico”, es decir, que ha evolucionado ajeno a las expectativas de los turistas (influenciadas por la publicidad de agencias de viaje y televisión) y que sin embargo goce de todos lo servicios que cualquier turista necesita, que los servicios estén impecables, que todo el mundo hable inglés y que acepten dólares o euros… que no sea muy caro y lo más importante, que no haya más turistas que ellos, que además no son turistas, son viajeros: la cuadratura del círculo..
Si por auténtico entendemos un espacio que haya sido pensado y vivido sin tener en cuenta la mirada del turista y que se haya moldeado en cambio en función de otras necesidades particulares, deberíamos repensar qué visitar.
Hay lugares donde nadie nos querrá vender entradas para un show de flamenco, ni los menús estén en inglés y alemán, ni los precios estén hinchados, ni los locales sean cool, porque el barrio se haya gentrificado.
Es fácil, basta con visitar cualquier lugar que no se mencione en la Lonely Planet como un suburbio industrial o una ciudad dormitorio, donde los restaurantes serán “auténticos”, nos dará una idea precisa de la vida cotidiana contemporánea del país que visitamos y podremos respirar el mismo ambiente que respiran los locales.
Algunos turistas pretenden llegar a un lugar “auténtico”, es decir, que ha evolucionado ajeno a las expectativas de los turistas (influenciadas por la publicidad de agencias de viaje y televisión) y que sin embargo goce de todos lo servicios que cualquier turista necesita, que los servicios estén impecables, que todo el mundo hable inglés y que acepten dólares o euros… que no sea muy caro y lo más importante, que no haya más turistas que ellos, que además no son turistas, son viajeros: la cuadratura del círculo..
Si por auténtico entendemos un espacio que haya sido pensado y vivido sin tener en cuenta la mirada del turista y que se haya moldeado en cambio en función de otras necesidades particulares, deberíamos repensar qué visitar.
Hay lugares donde nadie nos querrá vender entradas para un show de flamenco, ni los menús estén en inglés y alemán, ni los precios estén hinchados, ni los locales sean cool, porque el barrio se haya gentrificado.
Es fácil, basta con visitar cualquier lugar que no se mencione en la Lonely Planet como un suburbio industrial o una ciudad dormitorio, donde los restaurantes serán “auténticos”, nos dará una idea precisa de la vida cotidiana contemporánea del país que visitamos y podremos respirar el mismo ambiente que respiran los locales.
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