Tuesday, October 15, 2013

TRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL PAPADO DE FRANCISCO I

TRASCENDENCIA HISTÓRICA DEL PAPADO DE FRANCISCO I

Por Manuel Zevallos Vera

Cuando se produjo la renuncia del Papa Benedicto XVI, la autoridad eclesiástica convocó al cónclave de cardenales para elegir un nuevo Pontífice, la noticia provocó una expectativa mundial por tratarse de un hecho que no sólo tiene repercusiones espirituales sino también políticas.

La expectativa quedó absorta cuando el cónclave cardenalicio eligió como sucesor de Benedicto XVI al Cardenal Jorge Mario Bergoglio, de nacionalidad argentina que inmediatamente de ser elegido, por decisión personal, tomó el nombre de Francisco I. América del Sur celebró la noticia con alborozo y orgullo; los argentinos lo celebraron con felicidad y orgullo propio, pero en el fondo esta insólita designación, acostumbrados siempre a Papas de nacionalidad italiana o europea, ahora se trataba de un digno representante de América Latina, lo que significa, históricamente entendido, que el mundo, política, social y espiritualmente, ha girado en su órbita hacia un continente eminentemente democrático como síntesis de todas las sangres, razas, ideologías, credos y filosofías.

América Latina, como he dicho en mi libro “La Identidad Filosófica de América Latina”, “es la síntesis de la cultura universal”. Latinoamérica es un exponente maravilloso de los cambios cuantitativos, cualitativos, teóricos y pragmáticos de nuestro universo humano y se define ante el mundo como un continente con propia filosofía como trasunto del pensamiento, sentimiento, valores y personalidad del hombre latinoamericano, expresada a través de la palabra libérrima y sabia de sus maestros, políticos, sociólogos, economistas, teólogos y filósofos, tal como lo predijo el filósofo mexicano José de Vasconcelos con su frase: “Por mi raza hablará el espíritu”.

Latinoamérica como crisol del pensar, meditar, crear y recrear las ideas y los sistemas filosóficos occidentales y orientales, incluido el marxismo, sin renunciar a nuestra tradición cultural ancestral indígena, robustecida por nuestro mestizaje, al margen de los extremismos dogmáticos y de los fanatismos, está plasmando un sistema filosófico propio como producto de la conciliación de los opuestos. El latinoamericano debe ser “un hombre del mundo” de un mundo globalizado en el que se una la teoría y la práctica, aplicando en su conducta social el principio de subsidiaridad; un mestizaje intelectual, mental, liberador, desalienante sin prejuicios ni complejos de inferioridad o superioridad; es decir una filosofía pragmático-realista.

En América Latina no se justifica la existencia de filósofos nacionales como en Europa y Asia, porque todo nos une, nada nos separa a no ser el egoísmo, la ambición de poder de algunas de sus partes o las aventuras personales de líderes pasajeros.

Francisco I es un Papa que, desde sus primeras horas de reinado espiritual cuando oficiaba su primera misa ante miles de fieles y delegaciones oficiales de ciento treinta países, en su homilía insistió en que la misión de la iglesia es defender a los pobres y desamparados. Según la información periodística “La Basílica de San Pedro careció del esplendor barroco que caracterizó a la misa de entronización de Benedicto XVI; defendió el medio ambiente para proteger a las personas, especialmente los niños, ancianos y necesitados. Terminada la misa el Papa recorrió la Plaza de San Pedro en un jeep blanco abierto, en lugar del “papa móvil” a prueba de balas que solía usar Benedicto XVI; saludó a algunas de las miles de personas, besó niños y bendijo a una persona discapacitada. Se mostró con una personalidad simple, humilde, humana, contraria a los papas intocables del pasado como lo reconoció un sencillo trabajador argentino: “Usó una sotana blanca y zapatos negros en contraste con los lujosos atuendos de su antecesor”.

Según versión de una dama argentina en su adolescencia Jorge Mario Bergoglio le escribió una carta proponiéndole matrimonio pues de lo contrario se retiraría a un convento como sacerdote, ante la negativa de dicha dama cumplió su decisión. Nuestro nuevo Papa pertenece a la orden de los jesuitas, que es una congregación de ilustres sacerdotes intelectuales de principios diferentes a la orden de “Opus Dei” a la que pertenecieron Benedicto XVI y Juan Pablo II.


Todo indica que nos hallamos ante un Papa eminentemente humano, amante de los pobres y la humildad, enemigo de las pompas, los lujos y el exhibicionismo de riqueza material, que es el mensaje y la conducta que dejó Cristo. Francisco es un cristiano auténtico y un Pontífice para toda la humanidad, especialmente para los pobres.

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